Después de
estar tantas veces en la platea de un teatro disfrutando de cientos de espectáculos,
el otro día por primera vez me subí a un escenario para vivirlo todo desde el
otro lado. Tras mi primer año de claqué en la escuela Coco Comín me tocaba participar en su festival bienal de danza. Me moría de ganas y miedo a partes iguales por vivir esta experiencia y ha sido increíble. Os dejo con este "inside look" del festival desde el punto de vista de una novata.
La preparación
para el festival comenzó hace unos meses. Nos reunieron a varios grupos y la
directora de la escuela, Coco Comín, nos comunicó la temática del festival
(¡¡¡Night Fever!!!), las canciones que bailaríamos cada grupo, las fechas,
quién protagonizaría la función… el entusiasmo de todos los alumnos era
contagioso así que ahí ya empecé a notar que se cocía algo grande. Desde
entonces empezamos a preparar la coreografía en clase y poco a poco nos fueron
dando más detalles: dónde se realizaría la función, qué vestuario llevaríamos,
los horarios del ensayo general, las instrucciones para el día del festival,
etc.
Recuerdo pocas
veces en que haya estado más nerviosa que el día del ensayo general en el
teatro (el Auditori del Palau de Congressos de Montjuic), cuatro días antes del
festival. La platea era gigante, las luces cegaban, la escenografía cambiaba
continuamente, había mucha gente mirando, bailarines, profesores, organizadores...
iban de un lado a otro. Todo parecía tan profesional… ¡Y teníamos que bailar
por primera vez delante de la directora! Ya no estábamos en el entorno seguro y
confortable que se había creado en clase. En ese momento sentí más admiración
si cabe por la gente que se dedica al mundo del espectáculo. Por si todo ello
no era suficientemente intimidante, dejaron nuestro ensayo para el final
(acabamos bailando a las 23:30 de la noche) y vimos bailar a un montón de
grupos con sus coreografías de vértigo. Se me pasaban mil cosas por la cabeza… ¿Y si me caigo? ¿Y si se me cae el gorro? ¿Y
si me quedo en blanco y se me olvida toda la coreografía? ¿Y si…? Poco a
poco me tranquilicé y disfruté del espectáculo, al fin y al cabo éramos Amateur
y todo el mundo lo sabía. Estábamos guapísimos con nuestro traje de
“hamburgueseros” de los 70's, nuestra coreografía era genial y habíamos trabajado
mucho durante el curso… solo teníamos que demostrarlo y, sobretodo, como nos
había repetido nuestra profesora tropecientas veces, disfrutar. ¡Y así fue! Nos
salió muy bien y nos fuimos satisfechos a casa. Estábamos preparados para el
festival.
El fin de
semana intenté relajarme al máximo y no pensar mucho en el festival para no
ponerme nerviosa. La mañana del festival tuve mucho trabajo así que sin darme
cuenta ya era la hora de ir hacia el teatro para prepararnos para la primera
función.
La sala que
habían habilitado como vestuario para los grupos amateur estaba llenísima, no
cabía nadie. Había bolsos, maletas, gente cambiándose, gente maquillándose,
gente peinándose… una locura. En total ese día bailábamos unas 700 personas así
que organizarnos a todos debe haber sido casi imposible. Sin embargo, todo el
mundo sabía más o menos cuando le tocaba bailar y casi no hubo incidentes. Se
notaba mucho quién estaba ahí por primera vez (andábamos un poco más
perdidillos) y quien había participando antes en este festival (se habían
traído un libro para pasar el rato, comida y bebida, cargador de móvil y
estaban mucho más relajados esperando su turno). Busqué a mis compañeros y como
bailábamos al principio del segundo acto intentamos “colarnos” en platea para
ver bailar a algunos de nuestros compañeros desde el fondo, mientras
esperábamos que en los camerinos la cosa se calmara un poco para cambiarnos y
maquillarnos. La función comenzó con un número espectacular de jazz al son de Stayin’ Alive y nos quedamos ahí un rato
hasta la mitad del primer acto. La locura entre bastidores no cesaba y los vestuarios
no se vaciaban así que optamos por ir a prepararnos al baño más lejano y
tranquilo que encontramos. Tuvimos tiempo de repasar un par de veces la
coreografía y cuando empezó el descanso nos preparamos para salir al escenario.
La primera función no salió como esperábamos. Una sucesión de imprevistos, a
los que finalmente conseguimos sobreponernos, nos impidieron concentrarnos al
100% y darlo todo en el escenario. Después de eso, los más veteranos de mi grupo
(algunos compañeros ya llevan años bailando otras disciplinas aunque fuese su
1r o 2º año de claqué) nos dijeron que son cosas del directo, que estas cosas
pasan… pero yo estaba muy enfadada. Solo quería volver a bailar para que
saliese perfecto. Por suerte teníamos otra oportunidad en la función de la
noche. De nuevo volví a sentir un inmenso respeto por la gente que se dedica a
esto, por todas esas veces que las cosas no salen según lo previsto.
Pero bueno,
había que olvidarse del imprevisto. The show must go on. Vimos algunas actuaciones más, incluida la
de nuestra profesora que nos dejó alucinados, y recuperamos el buen humor. Teníamos
que prepararnos para el desfile final, en que todos bailábamos una coreografía,
saludábamos al público y nos marcábamos la clásica pose de Saturday Night
Fever. Fue divertidísimo. Cientos de personas en el escenario bailando a la vez y
saltando al son de los clásicos de Boney M y el público en pié. El subidón de
adrenalina que necesitábamos para coger la segunda función con más ganas.
En la función
de la noche no quedaba ni una butaca libre así que no nos dejaron entrar a ver
ningún número. Esperamos en camerinos comiendo algo, descansando, charlando… no
me extraña que las compañías de los musicales acaben siendo como una familia
porque son muchas las horas que pasan juntos, matando el tiempo entre función y
función y entre número y número. Cuando se acercó la hora, nos repasamos el
maquillaje y nos preparamos entre bastidores con mucho más tiempo que la
primera vez. Estuvimos ahí toda la media parte, con nuestra profesora dándonos
ánimos y asegurándonos que esta vez salía todo bien. Nos preparamos con tiempo
en el escenario y nos concentramos para
que nos saliera de principio a fin tal y como tantas veces habíamos ensayado.
Mi familia y amigos estaban en el público así que fue doblemente especial para mí.
Esta vez sí salió bien. Nos quedamos en el escenario un número más haciendo
de figurantes y aguantando la emoción (teníamos que hacer de camareros y
después recoger parte del atrezzo) y salimos del escenario plenamente felices,
al menos yo, con una sensación difícil de igualar.
Debía ser la 1:30
de la mañana cuando salimos de nuevo al escenario para el desfile final. La
gente estaba cansadísima después de un día tan intenso pero eso no evitó que
sacáramos toda la energía que nos quedaba para levantar al público de sus butacas,
bailar y disfrutar juntos de esos minutos finales.
Ha sido un
placer compartir esta experiencia con mis compañeros, guiados por una gran
profesora que ha creído en nosotros desde el primer momento. Mi día favorito
este curso no ha sido ni mi cumpleaños, ni fin de año, ni la verbena de San
Juan… Ha sido el 29 de junio, cuando participé en “Night Fever”, mi primer festival
bienal de danza de la escuela Coco Comín.
Pd: ¡Bailad!
Os hará felices. Yo no pienso parar.
Paola
No hay comentarios:
Publicar un comentario