jueves, 2 de julio de 2015

DIARIO DE UNA BAILARINA AMATEUR EN UN MACROFESTIVAL DE DANZA

Después de estar tantas veces en la platea de un teatro disfrutando de cientos de espectáculos, el otro día por primera vez me subí a un escenario para vivirlo todo desde el otro lado. Tras mi primer año de claqué en la escuela Coco Comín me tocaba participar en su festival bienal de danza. Me moría de ganas y miedo a partes iguales por vivir esta experiencia y ha sido increíble. Os dejo con este "inside look" del festival desde el punto de vista de una novata.

La preparación para el festival comenzó hace unos meses. Nos reunieron a varios grupos y la directora de la escuela, Coco Comín, nos comunicó la temática del festival (¡¡¡Night Fever!!!), las canciones que bailaríamos cada grupo, las fechas, quién protagonizaría la función… el entusiasmo de todos los alumnos era contagioso así que ahí ya empecé a notar que se cocía algo grande. Desde entonces empezamos a preparar la coreografía en clase y poco a poco nos fueron dando más detalles: dónde se realizaría la función, qué vestuario llevaríamos, los horarios del ensayo general, las instrucciones para el día del festival, etc.

Recuerdo pocas veces en que haya estado más nerviosa que el día del ensayo general en el teatro (el Auditori del Palau de Congressos de Montjuic), cuatro días antes del festival. La platea era gigante, las luces cegaban, la escenografía cambiaba continuamente, había mucha gente mirando, bailarines, profesores, organizadores... iban de un lado a otro. Todo parecía tan profesional… ¡Y teníamos que bailar por primera vez delante de la directora! Ya no estábamos en el entorno seguro y confortable que se había creado en clase. En ese momento sentí más admiración si cabe por la gente que se dedica al mundo del espectáculo. Por si todo ello no era suficientemente intimidante, dejaron nuestro ensayo para el final (acabamos bailando a las 23:30 de la noche) y vimos bailar a un montón de grupos con sus coreografías de vértigo. Se me pasaban mil cosas por la cabeza… ¿Y si me caigo? ¿Y si se me cae el gorro? ¿Y si me quedo en blanco y se me olvida toda la coreografía? ¿Y si…? Poco a poco me tranquilicé y disfruté del espectáculo, al fin y al cabo éramos Amateur y todo el mundo lo sabía. Estábamos guapísimos con nuestro traje de “hamburgueseros” de los 70's, nuestra coreografía era genial y habíamos trabajado mucho durante el curso… solo teníamos que demostrarlo y, sobretodo, como nos había repetido nuestra profesora tropecientas veces, disfrutar. ¡Y así fue! Nos salió muy bien y nos fuimos satisfechos a casa. Estábamos preparados para el festival.

El fin de semana intenté relajarme al máximo y no pensar mucho en el festival para no ponerme nerviosa. La mañana del festival tuve mucho trabajo así que sin darme cuenta ya era la hora de ir hacia el teatro para prepararnos para la primera función.

La sala que habían habilitado como vestuario para los grupos amateur estaba llenísima, no cabía nadie. Había bolsos, maletas, gente cambiándose, gente maquillándose, gente peinándose… una locura. En total ese día bailábamos unas 700 personas así que organizarnos a todos debe haber sido casi imposible. Sin embargo, todo el mundo sabía más o menos cuando le tocaba bailar y casi no hubo incidentes. Se notaba mucho quién estaba ahí por primera vez (andábamos un poco más perdidillos) y quien había participando antes en este festival (se habían traído un libro para pasar el rato, comida y bebida, cargador de móvil y estaban mucho más relajados esperando su turno). Busqué a mis compañeros y como bailábamos al principio del segundo acto intentamos “colarnos” en platea para ver bailar a algunos de nuestros compañeros desde el fondo, mientras esperábamos que en los camerinos la cosa se calmara un poco para cambiarnos y maquillarnos. La función comenzó con un número espectacular de jazz al son de Stayin’ Alive y nos quedamos ahí un rato hasta la mitad del primer acto. La locura entre bastidores no cesaba y los vestuarios no se vaciaban así que optamos por ir a prepararnos al baño más lejano y tranquilo que encontramos. Tuvimos tiempo de repasar un par de veces la coreografía y cuando empezó el descanso nos preparamos para salir al escenario. La primera función no salió como esperábamos. Una sucesión de imprevistos, a los que finalmente conseguimos sobreponernos, nos impidieron concentrarnos al 100% y darlo todo en el escenario. Después de eso, los más veteranos de mi grupo (algunos compañeros ya llevan años bailando otras disciplinas aunque fuese su 1r o 2º año de claqué) nos dijeron que son cosas del directo, que estas cosas pasan… pero yo estaba muy enfadada. Solo quería volver a bailar para que saliese perfecto. Por suerte teníamos otra oportunidad en la función de la noche. De nuevo volví a sentir un inmenso respeto por la gente que se dedica a esto, por todas esas veces que las cosas no salen según lo previsto.

Pero bueno, había que olvidarse del imprevisto. The show must go on. Vimos algunas actuaciones más, incluida la de nuestra profesora que nos dejó alucinados, y recuperamos el buen humor. Teníamos que prepararnos para el desfile final, en que todos bailábamos una coreografía, saludábamos al público y nos marcábamos la clásica pose de Saturday Night Fever. Fue divertidísimo. Cientos de personas en el escenario bailando a la vez y saltando al son de los clásicos de Boney M y el público en pié. El subidón de adrenalina que necesitábamos para coger la segunda función con más ganas.

En la función de la noche no quedaba ni una butaca libre así que no nos dejaron entrar a ver ningún número. Esperamos en camerinos comiendo algo, descansando, charlando… no me extraña que las compañías de los musicales acaben siendo como una familia porque son muchas las horas que pasan juntos, matando el tiempo entre función y función y entre número y número. Cuando se acercó la hora, nos repasamos el maquillaje y nos preparamos entre bastidores con mucho más tiempo que la primera vez. Estuvimos ahí toda la media parte, con nuestra profesora dándonos ánimos y asegurándonos que esta vez salía todo bien. Nos preparamos con tiempo en el escenario y nos concentramos  para que nos saliera de principio a fin tal y como tantas veces habíamos ensayado. Mi familia y amigos estaban en el público así que fue doblemente especial para mí. Esta vez sí salió bien. Nos quedamos en el escenario un número más haciendo de figurantes y aguantando la emoción (teníamos que hacer de camareros y después recoger parte del atrezzo) y salimos del escenario plenamente felices, al menos yo, con una sensación difícil de igualar

Debía ser la 1:30 de la mañana cuando salimos de nuevo al escenario para el desfile final. La gente estaba cansadísima después de un día tan intenso pero eso no evitó que sacáramos toda la energía que nos quedaba para levantar al público de sus butacas, bailar y disfrutar juntos de esos minutos finales.

Ha sido un placer compartir esta experiencia con mis compañeros, guiados por una gran profesora que ha creído en nosotros desde el primer momento. Mi día favorito este curso no ha sido ni mi cumpleaños, ni fin de año, ni la verbena de San Juan… Ha sido el 29 de junio, cuando participé en “Night Fever”, mi primer festival bienal de danza de la escuela Coco Comín.

Pd: ¡Bailad! Os hará felices. Yo no pienso parar.

Paola

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