El viernes pasado tuve la suerte de poder
vivir la gran experiencia de acompañar a los actores de Rent el musical desde
su llegada al Casino Aliança del Poblenou hasta el final de la función, para
conocer cómo se vive una función desde dentro, porque un musical no empieza
cuando sube el telón (o en este caso cuando aparece Mark Cohen sobre el
escenario) sino horas antes y no solo existe la coreografía que podemos ver,
sino también otra igual o más compleja entre bastidores.
Víctor A. y Víctor
G. junto con
ganadores de la lottery.
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Tras la lottery entramos al teatro, donde ya
bullía la actividad, ya que unos técnicos estaban cambiando unos focos y nos
encontramos en el escenario a Xavi Navarro, que interpreta a Collins, junto a
ellos.
Conforme se iban acercando las 20h, fue
llegando el resto del elenco, reuniéndose en el escenario para el calentamiento
vocal. Este calentamiento se hizo guiado por Jordi Taixés, adjunto de dirección
musical, al piano y la mayoría aprovecharon también para hacer estiramientos,
ya que se trata de un show muy físico. En el escenario se encontraba también
Carol González, que además de swing es
la dance captain, quien les estuvo
dando a algunos de sus compañeros notas sobre detalles de la coreografía que
tenían que pulir o vigilar, como que si algún actor está en un determinado
momento demasiado atrás, debe tener cuidado para que quien esté bailando cerca
no le abra la cabeza y cosas por el estilo.
Cuando acabó el calentamiento vocal, la
mayoría de actores se dirigieron a sus diferentes camerinos para empezar a
prepararse, aunque los había que ya iban maquillados, como era el caso de
Albert Bolea, que interpreta a Angel y tiene que llegar una hora antes que el
resto de sus compañeros para maquillarse. En ese momento llegaron también los
miembros de la banda, que se pusieron a calentar un poco.
A la que me di cuenta ya eran casi las 20:30
y quedaba poco más de media hora para la función. Un poco antes, 45 minutos
antes de la función, había comenzado la VIP Experience, en la cual Nil y Víctor
hacen un tour por el backstage a quienes hayan contratado la experiencia.
Después, los VIPs pueden disfrutar de una bebida y unas palomitas en uno de los
palcos hasta que comienza la función. ¡¡Totalmente recomendable‼
Mientras los actores se cambiaban, decidí
explorar un poco por mi cuenta para situarme. En el sótano encontré el camerino
del ensemble y lo que llaman la Green Room, provista de colchón
hinchable y microondas para sobrellevar mejor los días de dobletes. El ensemble tiene el camerino conjunto ahí
abajo porque son los que más cambios de vestuario tienen y necesitan disponer
de todo de una forma más accesible, aunque algunos de los cambios rápidos, como
pude comprobar más tarde, se hacen sin apenas espacio entre bastidores. En el territorio ensemble pude comprobar que
están toooodos locos, bromeando constantemente e intentando sobornarme para
salir bien parados aquí, escandalizarme o ambas a la vez xD. Uno de los mayores
alborotadores era Oriol Burés, junto con Victor Gómez y Edgar Martínez, que ahí
donde los ves con esa cara de formalitos y de no haber roto un plato, mal
tampoco se lo pasan… ¡¡Lástima que no hubiera humo suficiente para esa “Ensemble Horror Experience” que me
prometieron, me quedé con las ganas‼
El resto del reparto tiene los camerinos en
el primer piso del teatro, subiendo unas escaleras bastante empinadas, en las
que prácticamente todos me reconocieron haberse caído en un momento u otro.
Arriba todos estaban todavía en proceso de vestirse, así que me quedé un rato
en el camerino de Mireia Òrrit, que interpreta a Mimi, y Albert Bolea
comentando los tintes de pelo, las pelucas y los efectos de maquillarse y
desmaquillarse varias veces al día, sobretodo Albert, que dentro de cada
función se tiene que maquillar y desmaquillar varias veces, en apenas unos
minutos (y una de las veces, de forma bastante impresionante, sin apenas luz
siquiera). Los dejé acabándose de vestir y bajé de nuevo a lo que sería mi
posición durante el musical, al lado de la mesa de sonido. Ahí estaban Adrià Rico,
el regidor, con Xavi, asegurándose de que Collins empezara con la gabardina
como toca y Juan García, el jefe técnico, que es el encargado de colocarles los
micros conforme se van terminando de vestir. Los micros, se los tienen que
poner con mucho cuidado para que no se muevan o rocen porque cualquiera de esas
cosas afectaría a la calidad del sonido.
Otra de las cosas que se comprueban antes de
la función son detalles como el tatuaje de Roger, que se va borrando con el
tiempo y se tiene que reaplicar. Al parecer, es una tira de calcomanía de la que van cortando trozos, con lo que el motivo del
tatuaje puede variar… pero no hubo manera de convencer a Víctor de que su Roger
llevase un tatuaje de “Amor de madre”, sería curioso de ver a un Roger chungarra… o mejor no.. jajajaja.
Para poder quedarme en mi rinconcito, Víctor
Arbelo me tuvo que dejar su jersey oscuro porque ¡fallo técnico! mi jerséis era
demasiado claro y se podría ver. Al menos, usamos casi la misma talla y su
jersey era comodísimo, pero, por supuesto cayeron unas cuantas bromas como que ahora
sacaban un rotulador y me pintaban toda de negro, etc.
Unos timbres avisan de que está a punto de
empezar la función y todos deben ir a sus puestos. A las 21:00 los hombros del
escenario se llenaron, de repente, de gente y a la señal del regidor Nil salió
al escenario y…
“Comencem la Nit de Nadal…”
Durante la función el movimiento entre
bastidores es constante: suben escaleras, bajan escaleras y se cambian de ropa
decenas de veces. Algunos más que otros, claro. También se solucionan fallos
técnicos sobre la marcha, como micros que tienen algún tipo de problema, en
cuestión de segundos y sin perder la cuenta para que quienes están sentados en
sus butacas no se den ni cuenta de que ha pasado algo. Es curioso, la cantidad
de cosas que pueden salir mal o complicarse durante una función sin que el
espectador se de cuenta.
En mi rinconcito también estaba a menudo
Núria Alsina, de sastrería, para ayudar a los actores en los cambios rápidos
con el vestuario y darles los elementos de atrezzo que necesitasen, ya que la mesa del
atrezzo era de ese tipo de caos organizado en el que parece que no haya ningún
orden pero todos saben dónde están las cosas.
Una de las cosas más impresionantes para
alguien “ajeno al mundillo” son los cambios rápidos, cuando en cuestión de no
más de 30 segundos son capaces de cambiarse hasta los calcetines para pasar de
indigente a antidisturbios o a personal sanitario. Si chicos como Edgar o Iban
Valero llegan tarde cuando quedan, desde luego no pueden poner la excusa de que
tenían que arreglarse, visto lo visto. Y eso también va por las chicas, porque
no debe ser nada fácil cambiarse de ropa, incluidas botas de tacón o pelucas,
recogiéndose su pelo, en unos 50 cm2 y con sólo la luz de una
pequeña linterna que se tiene que distribuir entre los que se están cambiando
en ese momento.
Los hay que tienen más suerte e igual pueden
esperar hasta volver entrar en escena sin tanta presión de cambios de ropa. En
esos casos, también cada persona es un mundo: unos pasan esos segundos
totalmente concentrados, repitiendo sus líneas o haciendo ejercicios
preparándose para la escena, otros bailan y hacen playback de la escena que se
esté desarrollando. Muchos se me acercaron en alguno de esos momentos más
distendidos para hacer un poco el payaso juntos, porque otra cosa no, pero en
este musical se nota que son una familia y hay un buen rollo tremendo. ¡Se lo
pasan genial!
En medio de ese subidón de buen rollo
llegamos al entreacto, momento en el que muchos actores aprovechan para tomar
algún snack. ¡Si es que ya me
extrañaba a mi que esta gente aguantara, con lo que se mueven, ahí con el
estómago vacío! Mientras se preparaban para el segundo acto, me invitaron a
firmar la alfombra que recorre los camerinos y así pude dejar un pedacito de
BwayInSpain tras de mi. Si alguna vez habéis pensado que durante el entreacto
no daba tiempo a nada, la sensación se multiplica cuando estás backstage y en un suspiro volvíamos a
estar todos abajo para el comienzo del segundo acto.
Eso sí, da igual que te venga Queralt
Albinyana “a lo Joanne” diciendo que la Maureen, esta novia suya, la va a matar
a disgustos o que Oriol se te arrime diciéndote que saques a tu negra interior
durante Take Me Or Leave Me, cuando
toca ponerse serios, en cuestión de décimas de segundo están totalmente metidos
en el papel, con la cara desencajada porque la escena se vuelve dura. Y es que
no os estoy desvelando nada nuevo cuando os digo que las cosas se vuelven
duras, porque como dice Albert Bolea: “¡Cuánto drama hay en el segundo acto!”.
Porque hasta ahí entre cajas, que no estás tan metida en la historia como en
una butaca de platea, te da impresión cuando, navaja en mano, un personaje se
pregunta si perderá la dignidad, o en las escenas que Xavi Navarro y Albert
Bolea comparten durante ese segundo acto, que te dejan con la piel de gallina.
Así, a la que me fui a dar cuenta, ya habían
pasado las casi 3 horas que dura el musical y estábamos en los números finales.
Durante los saludos finales, hasta yo pude sentir el subidón de energía de ese
momento: otra función había pasado, con tan solo un par de contratiempos
menores, y el público no paraba de aplaudir.
Una vez se despidieron del público los actores,
y mientras unos se dirigían a cambiarse a sus camerinos, Nil y Víctor salían
corriendo al hall del teatro para despedir a la gente, firmar programas y que
se pudieran hacer fotos con ellos.
El público era unánime en sus felicitaciones y, como aquello pintaba que iría para largo, me volví a los camerinos a recoger mis bártulos (y devolver el jersey), sintiéndome tremendamente afortunada de haber podido vivir una experiencia así. Porque como dice la canción: “Només tens avui*”.
El público era unánime en sus felicitaciones y, como aquello pintaba que iría para largo, me volví a los camerinos a recoger mis bártulos (y devolver el jersey), sintiéndome tremendamente afortunada de haber podido vivir una experiencia así. Porque como dice la canción: “Només tens avui*”.
*No hay más que hoy.
Marta RJ
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